domingo, 23 de mayo de 2010

De plaza en Plaza

Fuentes: “Crecer por la palabra I”; Balart, Carmen et al; editorial Salesiana; Santiago – Chile; 1983.Internet.


Edad Media

La Edad Media es el nombre que los hombres del Renacimiento le dieron a la época que va desde el siglo V al siglo XI después de Cristo. Su nombre hace referencia a que media entre la Antigüedad Clásica y el Renacimiento (es decir, el renacer de la cultura greco-latina).

Se subdivide ese periodo de diez siglos en dos: Alta Edad Media (s. V al XI) y Baja Edad Media (s. XII al XV).

Son característicos de estos tres siglos la unidad religiosa, la vida social y la unidad cultural.

Unidad religiosa: El predominio del cristianismo marca el carácter teocéntrico de la vida medieval. Para el hombre del Medioevo  el mundo terrenal era un camino para la vida eterna.

Vida social: se organiza en una trilogía. Los tres estamentos organizados en la forma piramidal y era casi imposible atravesar la barrera entre ellos. En la parte superior se encontraba la nobleza con el rey a la cabeza. Un segundo grupo era representado por caballeros y clérigos y, finalmente, la gran mayoría de la población eran los vasallos.

La sociedad feudal  se componía básicamente del señor y sus vasallos quienes tenían un pacto por el cual el señor ofrecía protección y tierras de labranza por el servicio y obediencia de sus siervos.

Unidad cultural: El saber y la cultura se imparten y hacen universales a través de una sola lengua: el latín. Éste es el idioma que manejan los estudiantes en las universidades que nacen durante este periodo y es también el idioma que utilizan los monjes, quienes guardan y copian el conocimiento de épocas anteriores.


Edad Media en España

España Visigótica: (586-711 deC.)Una vez disuelto el Imperio Romano, España fue gobernado por los visigodos. El último rey visigodo se llamó Rodrigo. Después de la muerte del rey Witiza se produce en España una guerra civil y llega Rodrigo al poder. Lamentablemente el conde Julián era partidario de los hijos de Witiza y no de Rodrigo, así que se somete al rey moro Muza, del norte de África. Muza envía a su lugarteniente, Tárik, al frente de nueve mil hombres y así comienza la dominación arábiga el 711.

La dominación árabe dura hasta 1942, año en que los reyes católicos toman Granada, pero casi desde el principio los diferentes reinos españoles comienzan a reconquistar territorios. Rodrigo Díaz de Vivar, el protagonista de Mío Cid, es uno de esos hombres.


Mester de juglaría

Este es el nombre que recibe el “arte y oficio” del juglar. Ellos eran los poetas y artistas de la época y se diferencia al trovador (que era el que inventaba sus propios versos) y los juglares, que repetían lo creado por el trovador.

Los juglares se movían de plaza en plaza por todo Europa y contaban en lengua romance historias como El poema de Mío Cid, debían adaptarse al grupo de personas ante las que representaban sus historias, actuar, cantar y divertir, pues de ellas recibían el pago.

Característico de estos poemas es que se inspiran en hechos históricos más o menos recientes que se distribuyen en tiradas de versos con rima asonante.

Mester de clerecía

Se define este mester como el arte u ocupación literaria de los clérigos y hombres cultos. A diferencia del mester de juglaría, el de clerecía no era anónimo, en otras palabras, estas obras tenían un autor claro.

La versificación era regular con cuarteta monorrima consonante: cuatro versos de 14 sílabas cada uno y con una sola rima consonante. Además, los motivos que inspiran estas obras son casi todos de índole religiosa.

El Mío Cid

Esta obra se basa en la vida de Rodrigo Díaz de Vivar, un hidalgo que se cría en la corte de Fernando I de Castilla y sirve después a su hijo Sancho II y Alfonso VI.

Resulta ser que al morir Fernando I decidió dividir su reino y así entrega Castilla a Sancho, a Alfonso le da León y a García, el menor de los hermanos, Galicia y Portugal.

Esto no le parece nada de bien a Sancho, así que una vez en el poder pelea contra sus hermanos para reunificar el territorio. Le va bastante bien en el asunto, hasta que en 1072 es muerto por el traidor Bellido Dolfos.

Ahora, para que Alfonso VI pueda asumir como rey de Castilla, León y Galicia doce caballeros, encabezados por el Cid “le toman estricto juramento en Santa Gadea de Burgos”. El nuevo rey debía jurar no haber tenido participación alguna en la muerte de su hermano.

El Cid despertaba admiración, pero también envidia y uno de los intrigantes fue el conde García Ordónez, “un traidor a quien el Cid venció y mesó las barbas”. Esto pasó cuando el Cid es enviado a Sevilla a pedir los tributos al rey árabe Al Motámid.

En venganza, García Ordóñez acusa al Cid frente al rey de haberse quedado con parte de los tributos y de ahí nace el duro castigo del destierro al que es sometido Rodrigo Díaz de Vivar y que se relata en el Primer Cantar del Poema de Mío Cid.


Poema de Mío Cid

Características: el autor de este poema es anónimo, fue compuesto por juglares alrededor de 1140 y está dividido en tres cantares en tiradas de número irregular de versos con rima asonante.

Cantar I: El Destierro.

El Cid es desterrado por Alfonso VI y tiene nueve días para salir del reino. Deja a su  mujer y sus hijas en el monasterio de San Pedro de Cerdeña y parte. En Burgos no es recibido, por orden del rey. Solo una niña de nueve años le explica lo que ocurre y le pide que se vaya.

El Cid acampa en la glera, el arenal del río Alazón. Martín Antolínez, un “burgalés de pro” le lleva comida y vino y luego va a negociar un préstamo con los judíos Raquel y Vidas. El Cid se despide de su mujer y sus hijas y se va a hacer la guerra contra los moros.

A l Cid le va bastante bien y comienza a enviar regalos a su rey. El encargado de llevar los obsequios es  Minaya Alvar Fáñez. El rey perdona a Minaya, pero no al Cid, y permite que otros hombres se unan a las mesnadas del Campeador.

Cantar II: Las bodas

El Cid sigue conquistando y, después de 9 meses de poner cerco a Valencia gana esta ciudad. Envía nuevos regalos a Alfonso: cien caballos ricamente enjaezados. Le pide al rey que le permita unirse con su familia. El rey acepta los regalos y permite a la familia del Cid ir a su encuentro, incluso le ofrece protección durante el viaje.

Siguen las conquistas y se acumulan riquezas para Rodrigo Díaz de Vivar. Esto despierta la codicia de Diego y Fernando González, los infantes de Carrión, quienes le piden a Alfonso VI que organice sus matrimonios con las hijas del Cid. El rey acepta y perdona finalmente al Campeador.

Cantar III: La afrenta

Los infantes pasan dos años con el Cid y se ganan fama de cobardes. Primero por el episodio de un león que se escapa. Todos los hombres del Cid se ponen alrededor del Campeador para protegerlo, pero los infantes arrancan. El Cid domina a la fiera con su sola presencia y lo lleva de vuelta a su jaula.

El segundo episodio es más bélico. El rey Búcar de Marruecos planta sus tiendas en Valencia y los infantes quieren huir. Se dicen en secreto “calculamos las ganancias, pero los peligros no” en referencia a lo que habían ganado con sus matrimonios. Esto es escuchado por los hombres del Cid y en adelante los infantes se convierten en objeto de burla.

Los infantes deciden vengarse en las hijas del Cid. Convencen a Rodrigo Díaz para que los deje llevarlas a las tierras de Carrión  y las afrentan en el Robledal de Corpes. Los infantes se van dándolas por muertas, pero son rescatadas por Félez Muñoz.

En busca de justicia el Cid pide al rey una reparación y el juicio se lleva a cabo en las “Cortes de Toledo”. En las cortes el Cid pide primero la Colada y la Tizona, espadas que ha ganado y que regaló a sus yernos. Los infantes no tienen problema en entregarlas. Luego el Cid pide que devuelvan la dote, lo que ellos no pueden hacer, porque ya se lo gastaron, así que terminan pagando en especie.

Después de ganar la demanda civil el Cid va a la yugular y pide la restauración de su honra (perdida por lo que hicieron los infantes con sus hijas). La única forma de lograr esto es mediante un combate. Pedro Bermúdez reta a Fernando y Martín Antolínez a Diego González. Ambos vencen a los infantes.

Como se ve el Cid debe a lo largo del poema recuperar la honra dos veces, primero por el destierro al que lo somete su señor y , luego, por la afrenta a sus hijas.